lunes, 20 de septiembre de 2010

Memorias de un suicidio


“Nunca dejó de pensar en ella”, me dijo su viuda, Naiara Acosta, volviendo en su mente 12 años, a una de las tantas noches en que la nombró por error. La noche anterior fue la última en la que él pudo soñar: recreó en su memoria una de las tardes en la que paseaba por la playa al lado de su primera esposa, y fue casi tan feliz como en esa ocasión; por lo que cuando despertó se sintió doblemente desdichado. A las dos y cuarto de la madrugada, Diego Villegas abrió los ojos llenos de lágrimas: sabía que ese sería su último día y se había jurado a sí mismo acabar con su sufrimiento al amanecer.

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